A propósito del fuego nuevo, dentro de nuestras fiestas de solsticiales, iniciaré con un parrafo del libro de libros: “Mirad cuán bueno y cuán delicioso es ver a los hermanos juntos en armonía…” es lo que reza el salmo 133. Suena lindo, sin embargo en realidad, en ocaciones es complejo de llevarlo a cabo. Hoy día nos vemos envueltos en una sociedad y en un mundo que, de llevar el mismo ritmo, iremos a un fin que pudo haberse evitado. Por un lado, en la sociedad actual, lo que domina en todo amplio sentido de la palabra es el miedo. Hemos creído un discurso en el que se desacredita el talento, la habilidad y la destreza. Algunos sectores han obligado a creer a las personas que en esta sociedad para destacar hay que corromper, es decir: a que no nos importe que esté pasando fuera de nosotros; que no importe si tenemos que pasar por encima a unos pocos o muchos; que lo correcto no es aquello que moralmente es lo adecuado, sino que lo correcto es aquello que todos hacen y que dan forma de lo que es adecuado.
Con acciones mínimas como pasarse un semáforo en rojo, no respetar los límites de velocidad, tirar basura en la calle, se puede ver lo mediocre que puede ser el interés en una armonía.
¿Para qué sirve una armonía? Si lo pensamos en términos musicales, una melodía es una sucesión de notas musicales que estructuran a una pieza musical. Es decir, le dan un orden establecido. Sin embargo, dicha pieza musical no sería más bella y más ordenada sin la armonía. La armonía es agregarle diferentes acordes que hacen que la melodía tenga un equilibrio. En este sentido, la sociedad podemos pensarla como una melodía. La sociedad, como tal, va sin ningún sentido hacia un mismo fin, el de vivir y ya; sin la armonía, la sociedad y el mundo persisten en el caos que hemos establecido como lo dominante. Por ello es que hace falta la armonía, pues esta dará una forma más bella y equilibrada para vivir. Además, no se trata de vivir y ya está; habrá algún momento –como ha pasado en muchos hitos de la historia de la humanidad— en el que tengamos que pensar cómo es que hay vivir bien, y sólo lo podremos encontrar cuando haya armonía en nuestro entorno.
A propósito del Solsticio de invierno, donde se celebra el fuego nuevo, el hecho de estar conviviendo todos los hermanos con sus seres queridos, recuerda un poco al salmo 133, a saber: todos los ciclos tiene un inicio y un fin. A lo largo del recorrido del año, pudimos habernos tropezado, equivocado o quiza permitimos que nos hicierandaño o viceversa; sin embargo, al llegar al culmino de ese ciclo, debemos de reflexionar que existe una nueva oportunidad de crecer y de hacer mejor las cosas, y qué mejor manera, de estar con las personas que nunca te dejarán sola. Aquí es donde podemos pensar en que todavía hay esperanza en que se desea una armonía. Una armonía que sin duda, darán equilibrio con esta celebración del solsticio de invierno.
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