“Alguna vez sin embargo, en una época más fuerte que este presente corrompido, que duda de sí mismo, tiene que venir a nosotros el hombre redentor, el hombre del gran amor y del gran desprecio, el espíritu creador, al que su fuerza impulsiva aleja una y otra vez de todo apartamiento y todo más allá (…) ese hombre del futuro, que nos liberará del ideal existente hasta ahora y asimismo de lo que tuvo que nacer de él, de la gran náusea de la voluntad de la nada, del nihilismo, este toque de campana del mediodía y de la gran decisión, que de nuevo liberará la voluntad, que devuelve a la tierra su meta y al hombre su esperanza (…)”
Es así como se puede entender la filosofía de uno de los filósofos más importantes que tuvo el siglo XIX, y por qué no, la Historia de la Filosofía Occidental, Friedrich Nietszche (1844-1900). Antes bien, habría que adentrarnos en la filosofía decimonónica, y sobre todo lo que pasaba en su natal Alemania, para entender un poco la forma de pensar de Nietzsche. Tomemos en cuenta el contexto sociocultural del momento: el siglo XIX se comprende como el bastión de lo que hoy vivimos, a saber: la época de la industrialización. Ya varios autores estudiaron este tipo de comportamientos y dinamismos dentro de la sociedad europea en este siglo.
Karl Marx, Engels desde un lado filosófico y sociológico –e incluso hasta histórico—; figuras en la economía como Adam Smith, David Ricardo, en los albores del siglo, estudiando y entendiendo la economía liberal y su desenvolvimiento en los primeros momentos de dicha Revolución Industrial; la era del romanticismo alemán fue un momento en el cual las artes, las ciencias y la filosofía dieron un vuelco en la dinámica social, encabezados por Goethe y Hölderlin, entre otros; y no podemos olvidar a los que, se podría decir, cimentaron las bases para la filosofía alemana del siglo XIX en adelante: Immanuel Kant y Hegel. Aparecen otro tipo de autores de no menor talla, como lo son Fichte y Schelling. Todo este séquito de pensadores corresponde a un contexto social y filosófico que impregnaría la cosmovisión de Nietzsche, pues desde el terreno filológico, él formaría a lo que se convertiría en, casi, su alter ego: el famoso Dionisio; desde el terreno de la música, su amor-odio por el compositor Wagner, el cual le hizo pensar que: “sin la música, la vida sería un error”.
Pero de todos ellos, la manera de pensar del quien hoy se escribe es, sin lugar a dudas, particular y especial. A Nietzsche, si se le llegase a catalogar desde un terreno filosófico, sería muy difícil, pues tiene muchas aristas su pensamiento, que llevaría más de dos páginas para lograr, e incluso siquiera, alcanzar el escollo de su filosofía. Por ejemplo, y de manera breve, podemos adentrarnos en uno de sus escritos más reconocidos y polémicos: “El Anticristo”.
En el este libro, es donde se comprende una parte importante, y que casi no sale a relucir, de la filosofía de Nietzsche. Es más que obvio su anticristianismo y su forma tan ruda de ir en contra de esta doctrina, sin embargo, en este mismo hecho, y en el libro se explica, que él está en contra de la doctrina, más no del creador de la doctrina en sí. El objeto de estudio del libro es, ni más ni menos, que la de Jesús visto desde un punto psicológico, ya que para él, Jesús de Nazaret era alguien pasivo, inactivo, en contra parte de la actitud cristiana, que es activa, reactiva, es decir: que pasa de la vida misma. Como lo explica Elvira Burgos: “Jesús es un hombre de voluntad de poder descendente pero debilitada, mientras que el cristiano posterior participa de una voluntad de poder descendente pero fuerte, de energía suficiente como para descender cada vez más por la pendiente de la destrucción”.
Aquí se expone la filosofía quizá más conocida, y muy descuidada, de Nietzsche, pues esto mismo lo expone en La Gaya Ciencia, donde aparece la famosísima frase: “Dios ha muerto”. Para Nietzsche, Dios ha muerto por un asesinato, el cual el verdugo fue ni más ni menos que el cristianismo tal cual. Y es que, para Nietzsche, la decadencia del Ser Humano, y sobre todo del Ser Humano producto de la Revolución Industrial, estriba en que se creyó que tenía el permiso y el poder de todo. Ya como lo dijera Dostoievsky, el cual fue una de las figuras que Nietzsche seguiría y sustentaría su pensamiento “si Dios no existe, todo está permitido”. Una de las propuestas de este filósofo es la de liberar la voluntad de poder, esto es el instinto de vida y la libertad que impulsa a sobrevivir; por tal motivo, se debe de matar a Dios, lo cual no significa en volverse ateo y no creer en nada, pues esto nos conduciría a un nihilismo, y por tal motivo todo sería absurdo.
Para esto, Nietzsche explica las tres formaciones del espíritu, a saber:
- El espíritu como camello
- El espíritu como león
- El espíritu como niño
El espíritu se torna primero en camello, ya que este se arrodilla para que sea cargado; el león representa al nihilismo activo que a pesar de las adversidades, se enfrenta y lucha. El niño representa a El Superhombre, en donde la inocencia y el juego hacen que él mismo cree su propia finalidad, partiendo de la apreciación constante de la vida misma. Esto es: que el Ser Humano, al matar a Dios, ya no tenía ningún límite, por lo que, y como dice lo que se escribió al principio de este texto: “Alguna vez sin embargo (…) tiene que venir a nosotros el hombre redentor, el hombre del gran amor y del gran desprecio, el espíritu creador, al que su fuerza impulsiva aleja una y otra vez de todo apartamiento y todo más allá”.
BIBLIOGRAFÍA
Burgos, Elvira. (1993). “Jesús y ‘El Crucificado’ en la filosofía de Nietzsche” en Revista de Filosofía No. 3. Pp 79 – 87.
Geoffroy, Ruth. (2021) “Friedrich Nietzsche y León Ferrari”. En Filosofía y Arte.
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