Antes de abordar este tema de la leyenda y su vinculación con la identidad, me gustaría mencionar lo siguiente acerca de la identidad nacional y cómo este tipo de leyendas coadyuvan a nutrir ese simbolismo nacional.
Anthony D. Smith explica lo que es la identidad poniendo el ejemplo de la historia de Edipo Rey. Para él, Edipo Rey surgió –gracias a Sófocles también— porque en Atenas estaba en plena decadencia. En este sentido, Sófocles contribuyó con esta historia para darle una esperanza al pueblo ateniense. Lo mismo pasó con Virgilio y las Eneidas, pues Augusto le pidió a este hacer una obra para fortalecer la mores maiorus, o lo que es lo mismo, las costumbres de los ancestros o las costumbres viejas. “En la obra de Sófocles hay muchos temas, y más de un nivel, pero la cuestión de la identidad, colectiva e individual, se cierne sobre la acción. <<Sabré quién soy>>: el descubrimiento del yo constituye el motor de la obra y el significado interno de la acción. Sin embargo, cada <<yo>> que desvela Edipo es también un <<yo>> social, una categoría y un rol, aunque no sea el que en realidad le corresponde a Edipo.” (Smith, 1997).
Para Smith, esta historia es un problema identitario porque, así como Edipo, todos los individuos, está constituido por múltiples identidades y roles previamente establecidos. Como dice Durkheim:
“No estoy obligado a hablar francés con mis compatriotas ni a emplear la moneda legal; pero es imposible no hacerlo.”
Es decir, a pesar de que uno no quiera, la sociedad impone categorías y determina qué espacio ocupamos dentro de ella. Esto es lo que enfrenta Edipo. Es decir, al preguntarse ¿quién soy yo?, lo que hace es buscarle un sentido a su existencia, y darse una posición en la sociedad, para conocer el papel que debe hacer dentro de ella.
Para Smith existen múltiples identidades, pero a la que se avoca él es sobre el concepto de la identidad nacional, el cual la define como: “(…) [una] comunidad política, por sutil que sea. Una comunidad política, a su vez, supone ciertas instituciones comunes y la existencia de un solo código de derechos y deberes para todos los miembros de la comunidad. También define a un espacio social definido, un territorio suficientemente bien delimitado y demarcado, con el que se identifican sus miembros y al que sienten que pertenecen.” (Smith, 1997).
Ahora bien, y sentando este precedente, para algunos historiadores y científicos, Etiopía es considerada como la cuna de la humanidad, y por ello, muchas civilizaciones se han inspirado y han dejado una marca en ese país del norte de África como, por ejemplo, los semitas, las raíces sabeas del Yemen, así como su procedencia árabo-sudanesa, hasta el cristianismo africano. La Reina de Saba forma parte de una leyenda nacional del pueblo de Etiopía, en donde, según parece, se intenta rastrear el origen de dicho pueblo para que, así mismo, se pueda tener y sentir una identidad del pueblo Etíope.
Dicha leyenda cuenta que la Reina de Saba se dirigió a Jerusalén para escuchar la palabra del Rey Salomón. Cuando ella regresó, dio a luz a un niño a quien llamó Baina Lekem, o como también se le conoce, Manelik I, quien fue fundador de la dinastía salomónida. Esta visita está datada en el siglo X a.c.
Este episodio aparece en el Antiguo Testamento. Cabría hacer mención que el término “Saba” también aparece en otros pasajes de la biblia, en donde siempre se relaciona con un territorio y los productos que se comercializaban.
Cuenta la leyenda también que los presentes que la reina Saba llevó a Salomón fueron inciensos –se conocía que Sawba era la capital del incienso— oro y piedras preciosas. Se dice que la Reina contaba con una inmensa riqueza. Con esto se da por entendido que hubo una unión de entre Salomón y Bilqis –nombre de la reina de Saba— y dio pie a una dinastía tan largo como legendaria, pues finalizó apenas en el siglo XX con el último descendiente, Haile Selassie.
Viéndolo desde esta perspectiva, quiere decir que no sólo fue un consenso amoroso entre Bilqis y Salomón, sino una estrategia geopolítica, algo así como pudo haber pasado entre Alejandro Magno y Cleopatra.
En la masonería, esta clase de temas son vitales de revisar, ya que algo en lo cual se enfoca la Augusta Institución es –y debería ser— saber que distintas leyendas, distintos personajes, distintas culturas tienen su mística, y que por ende, todas deberían ser transmitidas, primero: para no perderlas, y sobre todo, para seguirlas aprendiendo.
BIBLIOGRAFÍA
S/a. “Kebra Nagast”.
Smith, A. D. (1997). La identidad nacional. Madrid: Trama.
Marín, Francesc-Xavier. (s/a) “La Reina de Saba: Leyenda y Nacionalismo Etíope” en Oráfrica, Vol. 1 Artículos. Pp. 95 – 138.
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