Para hablar sobre este concepto de “la verdad” no será tarea sencilla.
A lo largo de la historia del pensamiento antiguo y moderno siempre se ha abierto un debate entorno a qué es la verdad y qué debería ser la verdad. Sin embargo, antes de meternos por terrenos escabrosos, siempre es bueno empezar por definir dicho concepto. La R.A.E. lo define como un juicio o proposición que no se puede negar racionalmente; como la existencia real de las cosas; y por último, como lo indubitable, claro y sin tergiversación. Ahora bien: José Ferrater Mora, en su “Diccionario de Filosofía Abreviado”, nos menciona que el vocablo de verdad se usa, de manera acostumbrada, en dos sentidos, saber: para referirse a una proposición y para referirse a una realidad. Esto es: en el caso de una proposición se dice que es verdadera a diferencia de la falsa; en tanto que a la referencia a una realidad se nos menciona que una realidad es verdadera a diferencia de lo aparente, lo ilusorio, irreal, etc.
Para Ferrater Mora es difícil distinguir estas dos acepciones de verdad, puesto que una proposición verdadera se refiere, en sí, a una realidad y, por ende, de una realidad se nos dice que esta es verdadera.
Se pregunta: ¿y la verdad del otro? Como se mencionó al principio de este escrito, el concepto de verdad ha sido discutido de generación en generación, y cada escuela o corriente de pensamiento ha intentado responder dicha interrogante. Con ello se puede inferir, primeramente que la verdad corresponde, quizá, a los distintos escenarios, es decir, al espacio-tiempo de un cierto contexto.
Por ejemplo: los filósofos griegos empezaron a indagar y a buscar la verdad otrora a la falsedad. Ellos veían que la verdad era relativa a la realidad, y por ende, era considerada idéntica a la permanencia, es decir, a lo que es. Aristóteles mencionaba que: “decir de lo que es que no es, o de lo que no es que es, es lo falso: decir de lo que es que es, y de lo que no es que no es, es lo verdadero”. Es decir: a esto podemos atribuirle a Aristóteles la “concepción lógica”. Siguiendo con los antiguos, para que un enunciado sea realmente verdadero, era importante que haya algo de lo cual se afirme que hay verdad, es decir: si no hay algo –cosa, objeto, etc.— no hay verdad, pero así mismo se puede afirmar si la hay. Hay una relación con el enunciado, por así decirlo. Esta relación, pues, de lo enunciado con la cosa enunciada se le llama como correspondencia, es decir –y como lo menciona Ferrater Mora—: “la verdad es verdad del enunciado en cuanto corresponde con algo que se adecua al enunciado”. A saber, tiene un carácter axiomático, entendiendo el axioma como algo tan evidente que no tiene forma de demostrar lo contrario.
Ahora bien: pasando con el concepto de verdad en la época medieval, y por ende con los escolásticos, Ferrater Mora menciona que ellos trataron de conjugar diversos modos para entender la verdad. Para ellos, la verdad tenía un carácter meramente trascendente, es decir, que lleva consigo el ente. A esta verdad trascendental se le llama verdad metafísica u ontológica, derivado a la conexión entre el ente y la mente. En este aspecto, se entiende que el ente es un ente inteligible. Así mismo, para los escolásticos la verdad puede entenderse como la conformidad de la mente con la cosa. Por ello, a este tipo de verdad la consideraban “la verdad lógica”, entendiéndola desde la metafísica. Ferrater Mora menciona que: “la verdad trascendental es lo verdadero como realidad (es decir: ‘la verdad escolástica’); la verdad gnoseológica es la verdad en cuanto se halla en el intelecto; la verdad lógica es la verdad en cuanto adecuación del enunciado con la cosa (es decir: ‘la verdad de los antiguos’)”.
Ya en la época moderna, el concepto de verdad a pasado a explicarse desde, por ejemplo: con la experiencia –sobre todo con las ideas de Kant y Descartes—, la verdad idealista y empirista, es decir, la verdad sensitiva –desde Berkeley hasta Hegel— hasta la verdad meramente racional –tomando en cuenta con el pensamiento de la Ilustración—.
Así podemos seguir explicando más acerca de este debate, sin embargo, no podemos olvidad el carácter epistemológico.
Metiéndonos con la epistemología, el concepto de la verdad empieza a tergiversarse por la multiplicidad de significados que se le puede dar, la epistemología si nos puede revelar que el concepto de verdad existe, pero cada quien puede vivirla desde su experiencia. Podemos mencionar, a manera de conclusión, de que sí puede haber una verdad en común, a saber: somos tan diferentes que eso nos hace tan iguales. Bajo esta premisa, se puede advertir que no podremos explicar la verdad, porque la verdad tal vez no debe ser explicada sino vivida, pues cada uno de nosotros somos responsables de la vida que llevemos, y así mismo, nuestras decisiones serán la que definan nuestra verdad actual. Como sentencia Jean Paul Sartre: “estamos condenados a ser libres”.
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